lunes, 29 de diciembre de 2008

... Y el reloj es su profeta


Si es posible el viaje en el tiempo, todos nosotros vivimos eternamente la misma vida. Resucitamos en nosotros mismos desde siempre y no lo sabemos, aunque a veces percibamos algo; una sensación tenue, difusa, efímera, vaga... El mismo escalofrío que me ha recorrido el espinazo al escribir esto (otra vez).

Déjà vu. Es la expresión francesa para designar algo que todos hemos vivido, que estamos viviendo, y que viviremos mientras exista existir.

¿Estamos condenados a ser?
¿Quién nos ha condenado?
¿Por qué?
¿Está él también condenado a contemplar eternamente nuestra condena?
¿Es el tiempo ese ser que todo lo puede?

Esa ha de ser la respuesta. El tiempo es la mayor fuerza del universo. Si existe el tiempo, cada una de sus partes también han de existir. En una milmillonésima fracción de segundo está contenido todo el universo. Si faltara una sola milmillonésima fracción de segundo, el universo desaparecería.

El principio y el fin de todo es el tiempo. Es más, principio y fin son nociones que carecen de sentido fuera del tiempo. Pero, ¿habría algo con sentido? ¿Es el tiempo infinito?

No tiene ningún fundamento hablar de un tiempo en el que no había tiempo. Si hay algún dios es el tiempo. Y si todo esto es cierto, eternamente lo estoy descubriendo.

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