martes, 30 de diciembre de 2008

Mañana


Como rutina de autobús.
Voy repitiendo el mismo recorrido.
Voy recorriendo el último recuerdo.
Han caído los demás.
Los demás se han marchitado.
Recuerdos sin dueño
a merced del viento.
Sonrisas resecas
alfombrando el suelo.
Éxitos y fatigas;
dolores y contratiempos;
viejos amores perdidos.
Todos sueltos.
Todos muertos.
Todos en el mismo olvido.
Pero aún me queda uno.
El más importante.
El nuestro.

Aprendí a respirar en tu boca;
a nacer entre tu pelo;
a llorar sobre tu ropa;
a olvidar bajo tu seno.

Ahora que tengo frío.
Ahora que no te tengo,
mi mano no se resigna
y sigue buscando tu cuerpo.
Lo dibuja en la mañana
y en cada noche sin sueño.
Con la magia de tu nombre
lo reconstruye entero;
con el eco de tus risas
lo convoca en mi silencio;
con el calor de tus besos
lo resucita en invierno.

Así te he seguido amando.
Así te he guardado dentro.
Así te vendrás conmigo.

¡Hola, mi amor!

Ya muero.


lunes, 29 de diciembre de 2008

... Y el reloj es su profeta


Si es posible el viaje en el tiempo, todos nosotros vivimos eternamente la misma vida. Resucitamos en nosotros mismos desde siempre y no lo sabemos, aunque a veces percibamos algo; una sensación tenue, difusa, efímera, vaga... El mismo escalofrío que me ha recorrido el espinazo al escribir esto (otra vez).

Déjà vu. Es la expresión francesa para designar algo que todos hemos vivido, que estamos viviendo, y que viviremos mientras exista existir.

¿Estamos condenados a ser?
¿Quién nos ha condenado?
¿Por qué?
¿Está él también condenado a contemplar eternamente nuestra condena?
¿Es el tiempo ese ser que todo lo puede?

Esa ha de ser la respuesta. El tiempo es la mayor fuerza del universo. Si existe el tiempo, cada una de sus partes también han de existir. En una milmillonésima fracción de segundo está contenido todo el universo. Si faltara una sola milmillonésima fracción de segundo, el universo desaparecería.

El principio y el fin de todo es el tiempo. Es más, principio y fin son nociones que carecen de sentido fuera del tiempo. Pero, ¿habría algo con sentido? ¿Es el tiempo infinito?

No tiene ningún fundamento hablar de un tiempo en el que no había tiempo. Si hay algún dios es el tiempo. Y si todo esto es cierto, eternamente lo estoy descubriendo.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Por Shackleton

Ya sé que muchos de vosotros sabeis quién fue Shackleton y qué tuvo de especial su vida. Pero para todos aquellos que lo desconocen, y para los que deseen rememorar la odisea del Endurance, desde aquí, y haciendo honor al sobrenombre que escogí para representarme, quiero dar la oportunidad a todos de repasar su histórica epopeya. Se trata del testimonio de supervivencia más apasionante, épico y maravilloso del que he tenido noticia.

Ernest Shackleton fue un explorador anglo-irlandés nacido a finales del siglo XIX y especializado en las rutas polares. Fue uno de los pioneros en la exploración de la Antártida, pero Amudsen se le adelantó en la conquista del Polo Sur. Así que planificó con sumo detalle una expedición que partiría en barco de Inglaterra en agosto de 1914, para fondear en la bahía Vahsel (en el mar de Wedell) y llegar con perros tirados por trineos al Polo Sur. El nuevo reto sería continuar cruzando la inmensidad blanca hasta aparecer en el lado opuesto del continente: el mar de Ross.

Para esta ambiciosa expedición trans-antártica contrató a los hombres más rudos que pudo encontrar atrayéndolos con el siguiente anuncio:«Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Mucho frío. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Es asombroso que con semejante reclamo acudieran voluntarios. Pero los hubo de sobra. El texto fue profético, como pronto tendrían ocasión de comprobar.

El Endurance quedó atrapado entre los hielos en movimiento del mar de Wedell, antes de que pudieran acercarse siquiera a tierra (hielo) firme. La presión de la masa helada sobre la quilla del barco forzó que su tripulación cogiera todo lo indispensable y abandonara la nave, que acabaría hecha añicos. Hombres y perros permanecieron a la deriva sobre la banquisa durante meses, protegidos tan sólo por algunos tablones y el bote salvavidas. Shackleton bautizó al rudimentario campamento como "Paciencia"; y la tuvieron que practicar durante todo un año.

Sobre el hielo, fueron aliméntandose con las provisiones y ocasionalmente con pingüinos y focas. Finalmente, fueron sacrificando los perros. Las condiciones eran durísimas, pero Shackleton nunca permitió que cundiera el desánimo y jamás rehusó ser el primero en hacer el trabajo más desagradable.

Con ellos también viajaba Frank Hurley, un fotógrafo y operador cinematográfico australiano. Frank tuvo el coraje de sumergirse en las aguas heladas y nadar hasta su camarote. Así pudo recuperar la mayoría de planchas de fotos, que han quedado como el único documento visual de tan memorable empresa.

Tras esos largos meses, a merced del capricho de las corrientes, decidieron abandonar el hielo, que los iba alejando de la costa. Los 28 hombres se metieron en el bote y alcanzaron tierra por vez primera en 16 meses: la isla Elephant. Pero aquel lugar estaba deshabitado, expuesto a violentas tormentas, y lejos de las rutas navales. Shackleton decidió que tendrían que buscar ayuda para que alguien acudiera a rescatarles. Se embarcó con cinco de sus mejores hombres para una travesía suicida de 800 millas por el oceáno más inhóspito y bravo del planeta. Se trataba de llegar hasta las islas Georgia del Sur, donde había una explotación ballenera permanente.

Pocas veces la admiración por la voluntad humana es tan relevante como en esta ocasión. Todavía hoy asombra que aquellos hombres, debilitados por meses de penuria y sin aparatos que les marcaran la ruta, consiguieran llegar a donde se habían propuesto trazando el rumbo con las estrellas en un bote de apenas cinco metros de eslora. Alucinante. Pero la aventura no había concluído... aún.

Los seis llegaron a la isla Saint Peter, de las Georgia del Sur, pero se hallaban en el extremo opuesto al puerto ballenero. Tendrían que atravesar a pie el montañoso, helado e inexplorado corazón de la isla. Tres de sus hombres se quedaron en la costa, demasiado exhaustos para semejante paliza. Shackleton y sus otros dos compañeros realizaron la proeza en 36 horas de marcha sin descanso. El propio Ernest confesó que en todo momento sintió que había una cuarta persona incorpórea caminando con ellos. El 20 de mayo de 1916 llegaron al puerto de Stromness.

Lo primero era rescatar a los tres compañeros rezagados al otro lado de la isla. Pero llegar hasta los 22 hombres restantes no fue nada sencillo. Tras tres intentos infructuosos, abortados por la salvaje fuerza del oleaje, consiguieron alcanzar la isla Elefant a bordo de un pesquero cuatro meses más tarde. Asombrosamente, todos seguían vivos. La tripulación completa pudo volver a casa.

Shackleton consiguió una proeza mucho mayor que la travesía trans-antártica: mantuvo con vida a toda la tripulación en las peores condiciones imaginables y los trajo de vuelta a Inglaterra. Es lógico pensar que todos habrían sido recibidos como héroes. Pero después de dos años, y en medio de una guerra mundial, casi nadie deparó en su regreso. Afortunadamente, la historia ha quedado registrada para el asombro de todas las generaciones venideras.

Lo que contempló Shackleton le espeluznó profundamente. El mundo que había conocido ya nunca volvería a ser el mismo. Los horrores de la guerra y el capitalismo salvaje destrozaron los códigos de honor decimonónicos y mancillaron la inocencia de la humanidad. Shackleton toleraba peor esa desesperanza que la terrible naturaleza del hielo. En 1921, zarpó para una nueva expedición antártica y atracó en las Georgia del Sur, a la espera de las mejores condiciones para proseguir viaje. La noche del 5 de enero de 1922 falleció en la cama, de un ataque al corazón. Allá permanece enterrado.

Honremos desde aquí su memoria.

Por Shackleton!!!



viernes, 19 de diciembre de 2008

Iluminado por la oscuridad


Y es en este momento,
con el día reposando en alguna parte,
cuando me decido a enviar bien lejos las reservas que pudieran apartarmede mi propia experiencia creativa.

Muy bien,
que acudan sin miedo todas las ideas que pugnan por ser conocidas, expresadas, sentidas y vividas, en definititiva.

Basta de lamentarse en los huecos que me deja mi propio aburrimiento.

Abrazo la locura de tocar sin pentagrama;
de pintar sin margen;
de bailar sin seguir el paso
y escribir sin consultar al profesor de estilo que voy acarreando con cualquier texto.

Plis, plas, chisgaravís.

He aquí una persona libre que libremente decide obviar cualquier sentencia que lo ate a la obediencia ciega de la norma.

No, ya no es hora de eso.

La noche es libre.

Esta oscuridad es la que hay que abrazar siempre.

Esa es la mejor invitación que podemos ofrecer a nuestros sueños.
Sí, porque hay que prepararles el terreno.
No podemos esperar que acudan a iluminar nuestra inconsciencia si nos vamos simplemente a dormir, atontados por la combinación de sofá y tele, sin dejar nuestra ofrenda al mundo subterráneo.

Aquí deposito mi aportación.

Gracias noche.

Espero tu bendición.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Desde el bloqueo



Acabo de escrutar mi interior en busca de respuestas y sólo he encontrado silencio, vacío, oscuridad y miedo.

He vagado por los tortuosos vericuetos de mi mente, totalmente ausente al efecto que estos devaneos provocaban a mi alrededor.

Mi corazón se queja, con razón, de que ignoro su voz con obcecada frialdad.

He llegado al precipicio del ego, caballeros, damas y demás. Y contemplando el turbulento fondo me sacude el vértigo, me atrapa la naúsea y me lapida la angustia de saberme tan cerca de la caída.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

¿Acaso no habré estado siempre caminando por el borde y sólo ahora he vuelto la vista hacia el peligro?

La esperanza está en la luz, en la palabra, en el calor, en la confianza, en la renuncia a destacar, en la vulnerabilidad como gran fuerza, en la ingenuidad sin disfraz de estupidez, en permitirme también a mí lo que tolero a los demás.

¿Acaso no está bien ser yo?

Sólo yo.

Yo solo.

Yo

Solo

¿Quién está ahí?


viernes, 5 de diciembre de 2008

Fulgor prisionero



Es terrible llegar a admitir que es el miedo a la vida el que me paraliza, y no el más comprensible miedo a la muerte.

Miedo a equivocarse,
a molestar,
a confrontar,
a polemizar,
a defenderse,
a experimentar,
a fracasar,
a esforzarse,
a perderse,
a caer,
a emocionarse,
a iniciar,
a reivindicarse,
a existir,
a ser.

Miedo a vivir.

Me he sentido como el pájaro enjaulado que un día descubre que la puerta está abierta, que siempre lo había estado, y que no la franquea porque la sensación de libertad le da vértigo. Se siente perdido, sobrepasado por la idea de tener todo el cielo a su disposición.

Todos somos ese pájaro. Algunos vuelan más alto y más lejos que los otros. Pero yo he pasado demasiado tiempo tras la vacía seguridad de los barrotes. He llegado al extremo de crear unos límites inexistentes para preservarme de la experiencia de alzar del vuelo. Mis barrotes se llaman excusas. Autojustificaciones de lo más peregrino que sólo buscan que no me mueva, que no salga, que no viva más allá de mi perímetro conocido.

Pero la vida tiene mecanismos poderosos para abrirse paso. Hasta la más pertinaz terquedad acaba claudicando ante la urgencia de ser uno mismo. Y si no queremos verlo, nos ofrece una bonita crisis que nos hace replantearnos nuestra actitud.

Mi luz, mi alma, mi esencia, se agita en la cárcel a la que la he condenado. Sí, porque soy yo mismo prisionero y alguacil. No hay responsables fuera. Sólo yo. Tengo la llave, y lo único que preciso es la voluntad insobornable de introducirla en la cerradura, girarla, empujar los oxidados goznes y atravesar el umbral.

Paciencia. Estoy buscando la llave. La tengo por aquí. Seguro.



miércoles, 3 de diciembre de 2008

Hoy


Me he levantado con el mismo sueño rebotando en mi memoria. Esta noche he vuelto a ver pasar un año. Me suele suceder cuando recupero la conciencia de mi ridiculez ante el universo; de mi impotencia ante la fuerza del tiempo.

¡Quisiera hacer tantas cosas! Pero no las hago. En lugar de eso, espero que sea el momento. Disfrazo la pereza de prudencia para justificar mi apatía. Pero el segundero no se detiene; no descansa. Y yo despierto con la sensación de que mi reloj de arena tiene dos cuellos, en vez de uno. Pero no me muevo.

Debería saltar de la cama y correr, correr con el tiempo. No lo hago. Me quedo arañanado un minuto más de sueño.

El sueño. ¿Cómo era? No se me olvida porque ya no es nuevo. Aunque había algo diferente; un elemento que lo hacía resaltar del resto. pasaban los meses. Veía como cambiaban las estaciones. ¡Lo sentía!

Olía la flor de azahar,
oía las golondrinas,
y tenía frío.

Olía la sal de mar,
oía las ranas croar de estío,
y tenía frío.

¡Por eso era distinto! El frío. A pesar de que la naturaleza seguía su reloj, yo no dejaba de temblar. El invierno se quedaba conmigo.

Y volvía a ser otoño;
olía el polvo mojado de lluvia,
oía las escuelas recibiendo niños.

Había pasado un año,
se cerraba el ciclo,
y nunca abandoné el frío.

¿Qué pasaba con el sol?

¿Por qué era un año de sueño sin calor?

En plena melancolía de noviembre abro los ojos de miedo. Me hace temblar, no la temperatura, sino la certeza de que si hubiera seguido soñando, el tiempo se habría ido acelerando cada vez más. Habría sentido discurrir los años como antes los meses. Habría comprobado la diabólica monotonía de la vida; cómo se repiten horarios, calendarios, nacimientos, muertes, días, noches, caídas de hojas, cosechas, brotes de primavera, sequías, tormentas, sueños...

Se repiten sueños como este, aunque se ha añadido el frío. Y se repiten los despertares.

Me quedo en la cama un poco más, que fuera hace frío.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Amanezco


Amanezco

Debo reinventarme

Debo recordarme

Debo sintonizarme

El universo sigue en marcha

y yo

debo ocupar mi posición

Todos los días son lecciones

Todos los días son exámenes

Todos los días son vacaciones

El pasado no está

pero todos los días suman

Amanezco

Amaneces a mi lado

Te contemplo

hechizado por la pureza del instante

Ahí estás

maravillosa

Tan frágil y llena de fuerza

Todavía dormida

y ya sonríes al día

Entonces recuerdo

Cobran sentido todos los errores

los dolores

las fantasías

y todos los amaneceres

sin tu sonrisa sobre la almohada

¿Quién serás hoy?

¿Quién seré yo?

Amigo

compañero

amante

maestro

alumno

confidente

mediador

público

o galán

Amanezco

Hoy tu amor me hace poeta


domingo, 30 de noviembre de 2008

El menor defecto



Es sencillo si no te paras a pensarlo.

Dejas volar los dedos sobre las teclas, el papel, el barro, el lienzo o las cuerdas y permites que el caos ordene su propia lógica.

Milagrosamente va cogiendo sentido a medida que accedes a no controlar con tu intención explícita lo que va a ser una expresión de tu alma.

Y ahí la tenemos: una idea debatiéndose por tomar forma entre los códigos que dominamos, ya sea la pintura, la literatura o la música.

La observamos con miedo de estropear el naciente prodigio de nuestra genuina inventiva. Sí, esto que se agita entre nuestras manos, surge de nosotros. Es nuestra voz que habla en su verdadera lengua.

La tentación de intervenir desde las normas es grande. Quién quiere un borrón, un desafine, un descarte, una falta de ortografía... Pero no debemos ceder a ese impulso del control. Cedamos al impulso creativo. Aunque sólo sea por un momento.

Respiremos al ritmo de nuestra inventiva y repasemos más tarde el resultado. Lo importante es el proceso, el aprendizaje, la experimentación, el gozo de pisar lo desconocido sin temor a levantar ningún reproche. No lo detengamos, pues. No lo coartemos. No lo cercenemos con la negligencia disfrazada de prudencia bienintencionada. Nadie nos va a agradecer ese tipo de silencio.

Es un dulce bocado que nos podemos ofrecer en cualquier momento. Y es gratis, señores.

Demos la bienvenida al agua que nunca deja de manar y bebamos de ella.


viernes, 28 de noviembre de 2008

Conjunción


El viento golpea mis retinas

sin dejar que me acerque todavía

La lluvia resuena en mis huesos

para anunciarme su llegada

El sol se esconde en mis sueños

sin eludir mi escrutinio

Hasta la luna se oculta

en la sombra de una noche nublada

Todo parece que no
Pero yo sé que sí

Que, al tocarte,

un huracán enredará para siempre

nuestros anhelos

Un diluvio de caricias

nos empapará

con nuestros aromas

Una luz cegadora

surgirá de nuestros cuerpos

al fin completos

Y todos los misterios

se harán presentes

cuando nuestras pupilas comulguen

El universo está dispuesto

para empezar de nuevo

Su infinito ritual de vida nos espera

Llegó el momento


lunes, 24 de noviembre de 2008

Aquí y ahora





¡Aquí y ahora!

Me dice mi alma

¡Aquí y ahora!

Me grita el mundo

Y yo busco en el pasado

interrogo al futuro

y me escondo en el abismo

vacío de vida y emociones

¿Qué hago en ese lugar?

LA NADA

Nada creativo

Ninguna emoción

Ninguna certeza

Nadie

Ni siquiera yo

Nada

Y mi alma me sacude

Me empuja

Quiere sacarme de la autodestrucción

y ser libre

Quiere que sea yo

Libre al fin

Sin excusas

Sin miedos

Sin medias tintas

Por favor, sé tú

Por favor, sé yo

Por favor, sé

No intentes copiar

Sólo sé

Respira

Ama cada cosa que hagas y respira

No otorgues más fuerza al desaliento

la pereza

el temor

la autocomplacencia

el autoengaño

ni a la rutina

Rompe la baraja

Tira los dardos

Esconde el escudo

Fragua palabras que no duden de su acero

¡Límpiate!

¡Alégrate!

¡Llora!

Sí, llora, pues no es la tristeza quien te lo ordena,

sino el júbilo de tu alma, que empieza a verse descongelada

¡Llora!

Las lágrimas derriten el hielo antes que cualquier otra cosa

Agua, sal, calor y emoción son la cura de la parálisis

¡Llora!

Tienes mi permiso, pero no lo necesitas

¡Llora!

¡Libérame!


¡Libérate!