sábado, 21 de mayo de 2011

A la sombra del eclipse




No sé si recordareis que nada más comenzar este año 2011, el 4 de enero, se produjo un eclipse de sol. Según todos los astrólogos, los eclipses representan un punto de inflexión en los acontecimientos de los lugares que quedan bajo su sombra. En esto puede creerse más o menos, pero este eclipse nos ofrece algunas sincronicidades dignas de mención. Para que comprobéis que esto no me lo saco de la manga, os dejo este enlace con esta web de astronomía.

http://www.astronomo.org/foro/index.php?topic=2788.0

Bien, como se puede ver en la animación, y se puede cotejar con los datos, el eclipse comenzó al amanecer en los países del Magreb y España. Su sombra se fue moviendo por los países del norte de África y Europa primero, para después cubrir el Oriente Medio y Rusia, y extinguirse entre los confines de Siberia y Mongolia.

Recuerdo haber permanecido atento ese día para ver si captaba alguna anomalía en mi vida o en el mundo. Aparentemente no sucedió nada que no siguiera la rutina a la que estoy acostumbrado, y tampoco se produjo ningún desastre especial en el planeta. Pero hay acontecimientos discretos, modestos, minúsculos para los intereses de los medios de comunicación de masas, que pueden transformarse en una bola de nieve que va creciendo sin remedio.

Ese día, 4 de enero de 2011, cuando el sol se puso (exactamente a las 19:15 horas) murió Mohamed Bouazizi. Si el nombre no os dice nada, y tampoco tenéis claro por qué la muerte de un vendedor de frutas de un pueblito de Túnez merecía la atención del mundo, leed este artículo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Mohamed_Bouazizi

Pues sí, Mohamed fue ese joven de 26 años que, presa de la más absoluta desesperación se quemó a lo bonzo el 17 de diciembre de 2010. La policía le había arrebatado el único medio de subsistencia de él y su familia. Esa acción suicida provocó una ola de indignación entre la población tunecina, agotada de soportar la dictadura encubierta de Ben Ali y la familia de su mujer. Tras su muerte, los jóvenes tunecinos acordaron reunirse cada día a las 19:15, la hora en que murió el mártir, para exigir la salida del gobierno del presidente y todos sus ministros.

Lo que sucedió a partir de ahí ya es historia. Ben Ali fue derrocado por la acción pacífica y coordinada del pueblo tunecino. El ejemplo se contagió a Egipto, que consiguió emocionar al mundo entero desde la plaza Tahrir al deshacerse de otro sátrapa aferrado al poder: Hosni Mubarak. El movimiento de liberación, la Primavera Árabe, se extendió como la pólvora encendida por Libia, Argelia, Marruecos, Yemen, Bahrein, Arabia Saudí, Siria...

Recuerdo que seguía los acontecimientos en Túnez y El Cairo con una mezcla de emoción, admiración y envidia. Pensaba que el pueblo árabe, que había sido demonizado por los autoaclamados guardianes de la libertad, nos estaba dando una lección de democracia y dignidad a todos. Se trataba de un movimiento claramente ciudadano, pacífico y sin ninguna motivación religiosa. Esto destrozó los esquemas de todos aquellos que se escudaban en que los musulmanes nunca podrían alcanzar una sociedad democrática, para consentir, apoyar y financiar regímenes abusivos que mantenían a raya el peligro del integrismo islámico, a costa de aplastar todas las libertades de la población.

Justo en esos primeros días de la insurrección tunecina recibí uno de esos mails que aseguran que tus deseos se cumplirán si no rompes la cadena y lo reenvías a 10 contactos... Normalmente elimino directamente este tipo de correos. Pero esa vez me dio por leerlo. El texto exhortaba a concentrarse en algo que desearas profundamente, a pensar en ello positivamente y dejar que esa energía surgiera hacia el universo. Entonces me paré a pensar. ¿Qué es lo que deseo más profundamente? ¿Éxito profesional? ¿Dinero? ¿Fama? ¿Sexo? No, nada de todo eso. Sí era coherente con lo más íntimo de mi ser, no había nada que deseara más que la conciencia de todos los hombres despertase y reaccionara para acabar con la esclavitud consentida que nos ha traído esta sociedad del libre mercado. Permití que este enunciado me inundara e imaginé como podría ser el mundo si se cumpliera. Os aseguro que me sentí embargado por una sensación maravillosa que me subió por la columna y me cosquilleó agradablemente la nuca. Un pensamiento fugaz se coló como un rayo de esperanza en mi mente: ¿Y si todos los que han recibido este correo desearan lo mismo? ¿Y si la mayor parte de la población de este planeta tuviera el mismo anhelo? ¿Qué fuerza sería capaz de retenerlo?

Lo que está sucediendo en las plazas de tantas ciudades en España; lo que ahora comienza a suceder en otras capitales europeas y americanas; responde a ese deseo íntimo de confianza en la humanidad. Estas concentraciones, las asambleas, lo que se dice, lo que se escribe, el ambiente de paz y alegría que se respira... Todo esto me llena de orgullo, me emociona hasta la lágrima y me despierta las ganas de actuar. Este movimiento que intentamos encerrar en los limitados significados de un nombre (15M, Toma La Plaza, Democracia Real Ya!) es sencillamente un despertar. Tras una larga y fría noche, el amanecer de la esperanza va rescatando a nuestra conciencia de la confusión y el miedo de las sombras. Salgamos todos a las plazas a recibir unidos el calor de nuestros propios deseos.

Ya amaneció.


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