viernes, 6 de febrero de 2009

Yedai


Yedai me mira pidiendo atención.
Es hora de acariciarle el lomo, hacer pinza en la base de la cola y de darle unas palmaditas en el muslamen.
Ella, satisfecha, responde graciosamente con un maullido revestido de ronroneo.
Si el teléfono suena e interrumpo mis cariños, se eleva una clara protesta. Incluso se apoya en mi muslo para que no pueda ignorarla.
Los mimos son sagrados.
No hay nadie más fiel para acompañarme todas esas horas que me siento ante la pantalla del portátil.
Le he preparado un rincón junto a la estufa. Está levemente elevado y tapizado por una toalla vieja de gimnasio.
Si entendeis mínimamente de gatos, sabreis que es poco menos que un paraíso invernal.
De vez en cuando tiene ganas de acción. Todo está previsto. Até un cordel al tirador del cajoncito que hay mi diestra.
Ella se planta a un lado, con sus ojazos bien abiertos, y espera.
Para mayor diversión, acabo de añadir algo irresistible: el ruidoso envoltorio de un caramelo.
Éxito total, la Susu (así la llamo cariñosamente) se levanta, apoyándose en sus cuartos traseros y golpea con su zarpa el juguete, que yo muevo y elevo, balanceo y hago girar.
De repente, consigue atrapar la extraña mariposa plástica y la muerde brevemente para hacerla sonar.
Y cuando se aburre, pues a su camita. Sólo la deja cuando me ve meterme bajo las sábanas. Ese es el mejor momento del día para ella, pues estoy a su misma altura. Tanto disfruta con las caricias, que busca con su cabeza mi mano si no la pongo sobre ella. Sólo tras unos minutos accede a enroscarse plácidamente entre mis piernas o en mi regazo. Y ahí se queda hasta que me levanto.
Cualquier día empezará a venir conmigo a caminar.
Cosas más raras se han visto.

2 comentarios:

  1. y después de Pepe, mi gato. Pasó mucho tiempo hasta que llegó a mi vida Carolina que me canta y me trae loca. Tambien, al caer la noche, me busca para que le rasque y tambien me devuelve caricias. Pero es un pájaro

    ResponderEliminar