miércoles, 11 de marzo de 2009

Año 1 después de Brasil


Hace justo un año estaba en Brasil. No me voy a extender con las circunstancias que me llevaron hasta ese país en un mes de marzo. Lo importante es que ese viaje era el punto de inflexión que necesitaba mi vida para salir del estancamiento, la apatía, la desesperanza y todos los sinónimos que se os ocurran de la depresión. En ese sentido, cumplí con el tópico de las road movies que utilizan el recorrido geográfico del protagonista como una metáfora de su transformación interior. Sí, mi viaje tuvo muy poco de turístico y mucho de iniciático. Se trataba de abrir mi espíritu a un disfrute más sincero y valiente de la vida, para afrontar el desafío de ser yo mismo.

Pasé tres semanas entre la selva tropical y las playas salvajes; hablando durante horas; comiendo mangos y papayas; mojándome en el mar y bajo cascadas; compartiendo vivencias con desconocidos; extasiándome con la exhuberancia de la naturaleza; y bailando; sambando como el cuerpo me dejaba entender; liberando mis caderas del agarrotamiento de nuestras vergüenzas; sonriendo a una preciosa menina que se dejaba llevar y me seguía el ritmo; riendo con mayores y pequeños sin importarme nada. Desde que llegué tuve la extraña sensación de pertenecer a ese sitio. Como un Ulises que retornara a su hogar de Ítaca mucho tiempo después de haberlo olvidado. El portugués que hablan los brasileños me parecía el más musical de los idiomas. Me resultaba muy fácil entenderles y sé que, con una estancia más larga, lo hubiera aprendido a hablar con soltura, pues ya era capaz de cantar algo.

Al irme de allá tuve dos impresiones muy fuertes. La primera era que había todavía algo pendiente que me haría volver. La segunda, que habría un antes y un después de mi experiencia brasileña. Me sentía como si en mi vida anterior hubiese sido una oruga que se arrastrara camuflándose entre las hojas, y que hubiera escogido Brasil para comenzar su capullo de seda. Mi alma sabía que la transformación había comenzado y ya no habría vuelta atrás, aunque el proceso me proporcionara buenas raciones de dolor y miedos. A los hechos me remito. Ahora, tras doce meses de metamorfosis, surge la borboleta (mariposa) para volar bajo el sol de primavera.

Beijos para os amigos brasileiros!!

Eu retornare um dia. Minha alma tem saudade.

2 comentarios:

  1. y que despues de que la mariposa extienda sus alas, que poco importa el dolor que tuvo que pasar para poder llegar a SER. Sin ese dolor, la mariposa y su vuelo, no serían tan bellos. Besos

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  2. Muy cierto, Alas, muy cierto. No lamento para nada el sufrimiento. Sólo tengo agradecimiento.

    Un beso desde mi primera flor.

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