martes, 20 de enero de 2009

Dernier bisou à Pépé


La noticia de tu partida me llegó en el grito desolado de mi madre. Era un lamento sin palabras que contenía la identidad de su protagonista. No había duda de que la más triste de las canciones estaba dedicada a ti.

Entonces supe que ya era tarde. Ya no podrías contarme tu historia. Ya no podría escribirla y contarla al mundo.

Yo, que me divierto inventando biografías de personajes inexistentes con los retazos de otras vidas que deambulan por mi memoria. Yo, que no soy más que un aprendiz de narrador de historias. Yo, que fantaseaba con la idea de encerrarme contigo y con mémée durante unos meses, para dejar constancia de todo el saber que atesoras y que ahora te has llevado contigo. Yo, he llegado tarde.

Quizá la lección más importante que nos legas no sea todo el conocimiento sobre el trabajo en el campo, y todas esas anécdotas que han permanecido bien archivadas en tu memoria durante 85 años. No. Creo que lo más importante es el ejemplo de tu vida y tu muerte. El humilde sacrificio con el que entregaste tu salud a la tierra, y la ecuánime generosidad con la que repartiste amor a toda tu descendencia, no van a ser olvidados jamás por los que te han conocido y querido.

La vida te recompensó con el privilegio de una dulce partida en la casa en la que naciste y que jamás abandonaste. Y ya no lo harás. Tu cuerpo reposa ahora bajo la tierra, pero he podido sentir tu espíritu impregnando de paz, serenidad y “joie de vivre” cada rincón de tu hogar.

Bajo una preciosa noche estrellada fui a despedirme de ti, ante el camino que llevaba a tu amada viña. Y noté que seguías ahí, que estabas conmigo disfrutando de la belleza del cielo. Y di gracias a la vida por haberte conocido, aunque no te haya disfrutado tanto como quisiera; aunque haya llegado tarde para explicar quién has sido. Basta decir que mi corazón lo sabe.

Au revoir pépé.

Je t’aime pour toujours.

1 comentario:

  1. Te lo envié por mail y lo repito, que nunca sobra: un abrazo.

    ResponderEliminar