lunes, 26 de enero de 2009

Fin del año de la rata

Hace unos días os anticipé que dejaría el resumen del año pasado para más adelante. Ahora ha llegado el momento. Con la medianoche ha terminado el año de la rata, según la tradición china.

El año, que empezó el 7 de febrero con un prometedor eclipse de sol, me ha sacudido en todas las direcciones, me ha dado la vuelta como a un calcetín y me ha colocado en el principio de un nuevo tablero de juego para que me las componga solo. Mis decisiones han marcado el devenir de estos meses. Por vez primera, aunque muchas veces equivocado, desorientado y ansioso, me he atrevido a lanzarme a vivir sin lamentarme de nada. Y al asumir la vida, he tenido que enfrentarme con la muerte en varias de sus formas, puesto que ambas cosas son socios indisolubles. He dejado un trabajo que ya no me aportaba más que un sueldo mensual. He abandonado la que ha sido mi casa durante diez años porque ya no era mi hogar. He cortado el vínculo con varias personas queridas para poder llevar la relación a otra dimensión en la que desaparezca la dependencia de ambas partes. Y acabo de regresar del entierro de mi abuelo, que se ha ido con una dignidad envidiable.

Me he dejado embriagar por los cambios para que pueda entender qué es lo que no puedo cambiar y lo valore en su justa medida; y lo disfrute; y para que me entregue a la naturaleza de mi esencia sin pudor ni recelo.

He tropezado, he errado, he sido inconsciente, pero he dejado de ocultar mi inseguridad a los demás. He mostrado mi debilidad sin vergüenza y eso me ha hecho más fuerte cuando me he levantado.

He sentido el amor en sus múltiples facetas: la pasión exultante, el amor imperecedero y limpio, la complicidad insobornable de los amigos, la reconfortante cercanía y confianza de algunos recién conocidos, el refugio emocional de la familia, y el amor incondicional que tiene la vida por todas sus criaturas. Y quiero más. Quiero darme más.

Sólo puedo dar las gracias por todo lo que me ha pasado. Gracias por la oportunidad de aprender tantas cosas. Gracias por demostrarme que el universo cambia cuando le sonríes. Gracias por esta montaña rusa de emociones que ahora se prepara para un nuevo recorrido.

Hace algunos meses, cuando estaba sumido en la ansiedad por saber qué es lo que iba a hacer con mi vida, salí por la mañana para ir a trabajar. Caminando por la acera, observé que había un animal avanzando hacia mí unos metros más allá: era una rata enorme. Lejos de asustarme, seguí mi camino esperando que ella saliera corriendo a perderse debajo de un coche o por la esquina opuesta. El roedor me vio y se detuvo. No tardará en huir, pensé. Y seguí acercándome, pero no se movió. Para mi asombro, siguió en el mismo sitio cuando llegué a su altura. Entonces me detuve junto ella y, sonriendo, la saludé con respeto. Después, ambos seguimos nuestras respectivas rutas. Y entonces sí, me sentí rata por un momento.

Brindo por el año de la rata.

Amigos búfalos, ahora empieza vuestro año. Preparaos.

3 comentarios:

  1. Solo puedo decir Madre mia!!!!
    y seguir asomandome a esta ventanita cibernetica para sentir como te trata la vida que con esa actitud tan positiva y energica te va a ir muy bien.

    ResponderEliminar
  2. Shackleton imagino lo duros que han sido estos dias, te mando un beso muy fuerte.

    ResponderEliminar
  3. Es crudo y a la vez facil decir:
    c´est la vie

    ResponderEliminar